Texto de José Luis
González Peralbo
Corría el año de 1911 cuando don
Joaquín García Gómez y su yerno don Rafael Bueno Roldán decidieron adquirir un
solar destinado a la construcción de una plaza de toros que esperaban tener
concluida y dispuesta para el verano del siguiente año.
En enero de 1912 don Joaquín giró
visita a varias plazas andaluzas para tomar de ellas referencias y aplicarlas a
la suya.
Las obras comenzaron durante el mes de
marzo empleando numerosa mano de obra en un momento de graves penurias y falta
de empleo para una gran cantidad de trabajadores pozoalbenses.
A finales de abril la obra estaba muy
avanzada y todo hacía presumir que estaría lista en la fecha elegida para la
inauguración: el 25 de julio, festividad del apóstol Santiago.
Pero entonces surgió un contratiempo
inesperado que obligaría a retrasar la corrida inaugural hasta finales del mes
de agosto: las viguetas de hierro de la plaza, contratadas en Sevilla,
sufrieron un retraso de dos meses en su fabricación y transporte.
Los atrevidos empresarios invirtieron
en la construcción sumas muy crecidas y bajo la responsabilidad técnica de don
Enrique Guerrero Carmona, autor del proyecto y director de las obras, consiguieron
levantar un coso taurino realmente hermoso a la derecha del paseo de los
Llanos, extramuros de la población.
El último día de julio de 1912 era
anunciada la corrida inaugural. Habían contratado a los diestros cordobeses
Manuel Rodríguez Manolete y Fermín Muñoz Corchaíto para lidiar y estoquear
toros de la acreditada ganadería navarra de Lissazo.
El entusiasmo y la expectación
alcanzaron a todos los rincones de las
comarcas de los Pedroches y el Guadiato así como a los vecinos de la
capital provincial. Los medios de comunicación local se hacían eco de los
preparativos y anunciaban el evento como “un excepcional acontecimiento para la
historia de esta población”.
En la descripción de la plaza
señalaban lo siguiente:
“Su construcción es de piedra y
hierro, no teniendo de madera más que la valla, y en su edificación se han
guardado todas las reglas que el ornato, la comodidad y la higiene requieren,
sin que le falte el más pequeño detalle de los necesarios a un circo taurino.
Mide una circunferencia de doscientos metros, próximamente. En la parte del
sol, tiene diez y seis gradas y diez en la sombra, y encima de éstas 32 palcos
y amplia y bien acondicionada galería de gradas, cubierta convenientemente.
Está dotada de una bonita capilla y
como complemento y lindando con ella, una enfermería, pulcra y en extremo
espaciosa, muy ventilada y con exceso de luz, pudiera decirse. En esto nada han
escatimado los propietarios y bien se conoce que uno de ellos es médico y tiene
amor a la profesión.
Tiene también el edificio espaciosos
corrales, patios de caballos, chiquero y desolladero. En resumen, todo ello
forma un conjunto muy armónico, un circo taurino que da importancia a
Pozoblanco.
Conste que no soy muy partidario de
estas obras ni del espectáculo de los toros, pero la realidad me viene
demostrando que vivo engañado y que esta fiesta, como dijo Ricardo de la Vega
Es una fiesta española
que viene de prole en
prole
y ni el gobierno la abole
ni habrá nadie que la
abola”.
El 24 de agosto, víspera de la
corrida, fueron muchos los aficionados cordobeses que prepararon el viaje a
Pozoblanco con el objetivo de asistir a la inauguración de la nueva plaza y de
ver torear al que consideraban su paisano, Corchaíto, aunque había nacido en El
Viso. Con éste, y en sustitución de Manolete, actuaría Francisco Martín
Vázquez.
La documentación procedente del
archivo municipal que recoge contenidos sobre esta primera corrida en el coso
de los Llanos es muy abundante y en parte ya ha sido hecha pública. Durante las
próximas semanas verán la luz nuevos pormenores. Por ello he preferido, como
colofón a este artículo, reflejar la trascripción de la crónica taurina que
apareció en la prensa cordobesa dando cuenta del primer espectáculo taurino en
la hoy centenaria plaza pozoalbense.
28 de agosto 1912.
Sólo aplausos merece. Hace tiempo que
necesitaba Pozoblanco un circo taurino. Su feria, a pesar de la importancia que
de antiguo tiene, decaía y era necesario darle atractivos para reanimarla. La
nueva Plaza de Toros ha contribuido eficazmente a ello.
Indirectamente han procurado los
propietarios del nuevo edificio un invierno bueno para el jornalero pues,
siendo el año de escasez en los trabajos, la remediaron empleando más de cien
hombres que han trabajado desde Enero a la fecha.
La plaza es un alarde de buena
construcción; sólida y bonita.
Alégrese el pueblo entero, pues con
seguridad aumentará notablemente la afluencia de forasteros, con lo cual ganará
mucho el vecindario.
El día de la corrida
Se calcula en más de diez mil personas
las que afluyeron a Pozoblanco el día de la corrida. Las calles que conducían a
la plaza y los alrededores de ésta estaban intransitables.
Ni en plena feria está Pozoblanco como
estuvo el día 25.
La corrida
El ganado, bravo de veras. No hubo un
solo toro que barbease las tablas, ni uno solo volvió la cara al castigo; todos
murieron en los medios, peleando con bravura. Quien negase esto, que se ponga
gafas, y no presuma de aficionado.
La corrida terciada. Hubo tres toros
grandes: el tercero, el quinto y el sexto, y los otros más pequeños. Pero el
que después de leer el nombre de la ganadería esperase ir a la plaza a ver
catedrales, que hubiese devuelto el billete porque el ganado de Laffite como el
de Saltillo es pequeño, sin que esto le quite mérito alguno y por ello sean
menos codiciadas y bien pagadas esas ganaderías. De la jugada es difícil
encontrar una corrida mayor que la que se jugó.
Yo aplaudo y felicito a la Empresa , en la cual
seguramente hay afición y costumbre de ver corridas.
Si los toros tenían algunos kilos
menos es debido al tiempo en que estamos y esto es el abc de la taurofilia. Si
quieren seguir fomentando la afición sigan llevando ganado así, que haga buena
pelea, que sea bravo, manejable y no hagan caso de cuatro ignorantes que sobre
solo haber visto toros en la
Añora son los eternos descontentadizos.
¿Y los toreros? Corchaíto hecho un
héroe, valiente, torero, voluntarioso y más tranquilo que en el patio de su
casa.
Al primero lo toreó de capa con los
pies juntos y moviendo los brazos como un profesor; le dio seis verónicas marca
Cayetano Sanz que le valieron una ovación cerrada, nutridísima.
Pidió las banderillas y después de una
bonita preparación y aguantando hasta que llegaron los pitones a dos dedos de
la taleguilla cambió un par en todo lo alto.
Ovación.
Andando luego centímetro a centímetro
llegó a la cara del toro para cuartear dos pares, dándole el pecho al animal
como Blanquito.
Ovación.
Brindó luego al usía y quedándose en
el ruedo más solo que la una, pasó al toro en redondo, por naturales y de
pecho, rozándole en cada pase los pitones del morlaco la taleguilla.
A la hora suprema, sin paso atrás y
recto, le dio el hombro y se echó como en un colchón, agarrando una hasta la
bola en el sitio de la pupa y los billetes. Se llevó el toro al estribo, se
sentó y allí se echó el animal para siempre.
Ovación.
Así se llega, Fermín; mata y torea
tres toros en Madrid de esa manera y estamos en las 5.000.
¿Por qué no le dieron la oreja? Tuve
ocasión de preguntárselo al Presidente, el cual me dijo: Porque después de ver
esto o se la da el toro entero o no se la da nada.
- Muy bien, don Nemesio.
En el tercero superiorísimo y adornado
y elegante en quites; maestro con la muleta y cogiendo otra estocada hasta la
cruz en las mismas péndolas.
Ovación y oreja.
En el quinto, breve y bien; lástima
que después de dar aquel pase en redondo dejándose el testuz del animal en las
rodillas y aguantando como Frascuelo, y después de entrar como lo hizo,
resultase la estocada ligeramente desprendida.
Vázquez sobrio en sus toros,
inteligente y valiente y acertadísimo a la hora de matar.
A su primero lo despachó de dos
pinchazos colosales, que valieron por dos estocadas, y una buenísima.
Al cuarto de la corrida, después de
torearlo bien con la muleta, lo pasaportó de una gran estocada.
Y al sexto lo toreó superiormente y lo
mató de una estocada colosal.
En quites lucidísimo.
La presidencia acertada.
Las cuadrillas bien.
Murieron siete caballos.
En resumen: una gran corrida para
inauguración de plaza, de la cual pueden estar muy satisfechos la afición y la Empresa.
A continuar así, hasta otra y
enhorabuena.
La plaza, hasta los topes, con
muchísimas mujeres preciosas.
Félix.
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