martes, 4 de julio de 2017

Mi compañero y amigo Álvaro me dedica estas palabras....GRACIAS!!!






Antonio, como acabas de descubrir, me han encargado decir unas palabras de despedida.

Como sé que esto te causa más o menos la misma vergüenza que a mí, no me extenderé mucho. Tan solo lo suficiente para decirte algunas cosas que me gustaría que supieran todos los compañeros y compañeras que hoy están aquí presentes.

Como casi todos conocen tu vertiente profesional, únicamente diré que va a ser difícil encontrar a alguien que pueda igualar la dedicación y entusiasmo que le has puesto a tu trabajo. Tu empeño personal en aportar nuevos enfoques al aprendizaje de las ciencias; tu obsesión por hacer atractivas tus clases a tus alumnos y alumnas; tu búsqueda constante de innovaciones tecnológicas que pudieran facilitar, amenizar y motivar al alumnado en su aprendizaje han sido incansables a lo largo de los más de treinta años que has estado con nosotros. Treinta años que son media vida, Antonio. Media vida que has dedicado a nuestro Instituto y que ha dejado en él una huella imborrable. Va a ser difícil que los que te hemos conocido podamos olvidar fácilmente todo lo que has aportado.

Es imposible, Antonio, que pasemos por la puerta del taller de vídeo sin imaginarte en ese minúsculo cubículo, rodeado de vídeos, disquetes, libros y papeles, siempre ocupado en pasar algunas fotos que alguien te había pedido que le grabases, o en hacer alguno de tus más de doscientos vídeos didácticos dedicados a la divulgación científica, o en subir a tu blog muchas de las actividades que en él se habían realizado y de las que tú has sido cronista fotográfico a lo largo de todos estos años.

Porque no ha habido ninguna cosa que se te haya pedido que te hayas negado a hacer; ninguna tarea para la que, sabiendo que eras siempre la persona indicada para poder hacerla y no teniendo ninguna alternativa rápida para poder salir del paso, te pidiéramos colaboración, y no encontrásemos tu apoyo. Siempre contábamos con tu buena disposición para asesorarnos y ayudarnos a terminar cualquier empresa que tuviéramos entre manos, ya que, en el caso de los vídeos y las fotografías, y algunas otras cosas más…, tu ayuda constituía la mejor garantía para alcanzar nuestros objetivos con éxito.

Y es que, Antonio, de verdad, en dedicación y trabajo igualarte no es que no sea fácil, es que es prácticamente imposible. Yo, que he tenido la suerte de compartir contigo algunos de estos años en el Instituto, los últimos 18 para ser precisos, tengo que decir que tu ritmo de trabajo era simplemente imposible de seguir, y aunque a veces intentaba ponerme a rebufo a ver si cortándome un poco el viento era capaz de seguir tu rueda, ya sabes, el efecto Venturi..., pero ni aún así, al poco rato ya me tenías desfondado, dando pedaladas cansinas y parándome a por agua. Será que lo mío es más correr que la bicicleta…

Y es que solo hace falta buscar en YouTube las palabras mágicas, “Física Divertida”, sin especificar nada más, para que aparezcan de repente docenas de vídeos en los que un señor con bata blanca y acento de Baena explique desde su Instituto de Pozoblanco, acompañado por un grupo de alumnos y alumnas vestidos con camisetas blancas en las que se podía ver el nombre de nuestro centro y las palabras Física Divertida, algunos de los insondables misterios que encierran los fenómenos físicos de nuestra vida cotidiana.

No sé, Antonio, quién fue el que inventó la lata de refrescos como alternativa moderna al clásico botellín. Sí, ya sabéis, esas latas de 33 cl.  en las que se envasan las bebidas, pero no creo que sus inventores imaginaran que las latas pudieran servir para explicar tantos principios físicos diferentes. En tus manos y las de tus alumnos y alumnas, lo mismo servían para explicar conceptos relacionados con la presión atmosférica, que con la dinámica de los fluidos o con el equilibrio de objetos en el campo gravitatorio terrestre. Y es que nunca pediste al centro aparatos carísimos y sofisticadísimos para divulgar la ciencia. Lo tuyo siempre fue material reciclado y casero, que en algún caso incluso creo que traías sin que Pilar, tu mujer, se hubiese enterado, porque también ella lo necesitaba, pero te hacía falta para tus experimentos, y eso para ti era prioritario.

Y es que tu generosidad en tu trabajo ha sido una constante, y nunca tuviste ningún reparo en aportar todo lo que pudieras poner tú y ahorrar al centro. Generosidad que, tengo que decirte, Antonio, incluso me ha hecho pasar alguna que otra vergüenza, como la de que siempre dijeras en público: “Los vídeos que hemos hecho en el departamento” o “los vídeos que hemos hecho Álvaro y yo”, cuando todo el mundo sabía que los vídeos los hacías tú.

Y es que, Antonio, si cito la generosidad en tu trabajo como una de tus características más positivas, entro ya en el terreno de tus cualidades como persona. Esperando no abochornarte demasiado al decir lo buena persona que eres, te recordaré una anécdota de mi primer año contigo, de la que no sé si tú te acordarás. Estábamos de reunión, en el taller de vídeo y, por algún motivo, salió a relucir tu amistad con un compañero, que era Gregorio, y tú me comentaste que erais amigos a pesar de lo diferentes que resultaban vuestras ideas, ya que tú eras católico practicante, monárquico y del PP, y Gregorio era comunista, agnóstico y republicano. Yo recuerdo que en ese momento me quedé petrificado de la impresión, y que solo acerté a decir algo así como que mis ideas estaban un poco más cerca de las de Gregorio que de las tuyas. Te aseguro, Antonio, que lo primero que pensé cuando me contaste aquello fue: “Pero ¿cómo puede ser tan buena persona siendo todas esas cosas?”. Claro que, aunque yo también era comunista, ateo y republicano, ya entonces sabía que a las personas no las hacen buenas sus ideas, sino sus intenciones y sus actos, y que buenas personas las encuentras en cualquier sitio. Pero sí reconozco que, dentro de los prejuicios que a veces tenemos sobre los demás, con frecuencia cometemos el error de prejuzgar cómo es una persona, sin saber que los más diferentes a nosotros pueden aportarnos mucho más que los que se nos asemejan.

Y es que no es difícil exagerar cuando se constatan tus cualidades personales, Antonio. Estoy seguro de no hacerlo cuando digo que eres una de las mejores personas que he conocido, y no creo ser el único que lo piensa. Todos los que te conocen pueden corroborar que en generosidad, amabilidad, entusiasmo, optimismo, habrá pocas personas que puedan igualarte. También en tu capacidad casi infinita para perdonar las cosas que te disgustan será difícil igualarte, así como en tu habilidad para hacer buenos a los que te rodean, logrando que, con frecuencia, se sientan mucho mejores de lo que ellos mismos consideran ser.

Y es que esas cualidades que te caracterizan, siendo buenas en todos los aspectos de la vida, son especialmente importantes en nuestra profesión. No es casualidad que muchos de nuestros alumnos y alumnas te recuerden con un cariño fuera de lo común. No es sino la consecuencia de muchos años de intentar mejorar como persona y de intentar hacer mejores a nuestros estudiantes lo que ha hecho que para muchos de nuestros alumnos y alumnas seas un auténtico ejemplo del profesor a quien recordarán con afecto y gratitud toda su vida. Y es que, en definitiva, hacer buenos a nuestros alumnos y alumnas es tan importante o más que el que aprendan Física, Matemáticas o Latín. Y en eso, Antonio, como en tantas otras cosas, habrá pocos profesores que puedan igualarte.

Y ya que te he abochornado bastante diciendo todas estas cosas de ti; que, aprovechándome de tu paciencia, me he extendido más de lo que sé que tú hubieras querido, estoy convencido de que en tu infinita capacidad para perdonar, también me vas a disculpar que te diga lo que viene a continuación.

Termino, Antonio, haciéndote saber lo que no he dejado ni un solo minuto de pensar en los dieciocho años que te he tenido trabajando a mi lado: que eres el mejor compañero que he tenido nunca; que te estoy y te seguiré echando muchísimo de menos; que espero que las personas que, de aquí en adelante, ocupen tu plaza de profesor sean tan solo la mitad de buenas personas de lo que tú has sido, porque eso constituirá ya una garantía de que serán unos fantásticos compañeros; y que, aunque ya no vengas todos los días lectivos a fichar al “Antonio María Calero”, y puesto que la farmacia de Pilar está muy cerca del centro, no dejes de venir siempre que quieras; que ese laboratorio de Física será siempre tu laboratorio; que este Instituto será siempre tu Instituto y que cada día que aparezcas por allí será siempre un gran día, porque nos acordaremos de todo lo bueno que nos has aportado y eso solo lo hará ya grande.

Muchas gracias por todo, Antonio, y muy feliz jubilación.





y mi compañera y amiga María Isabel García Lovera nos regala este vídeo.....GRACIAS!!!