Con estas palabras terminaba la presentación que D. José Luis González Peralbo hacía al libro de su compañero y amigo D. Francisco Onieva con el Mirador del Silo repleto de público en el acto celebrado hoy 6 de octubre de 2011.
El discurso comenzaba así:“es ya la tercera ocasión que tengo de presentar en público a Francisco Onieva, ¡qué boda sin la tía Juana!, pero les aseguro que estoy encantado de acudir de nuevo a su llamada porque la considero un honor que me hace; otra cosa muy diferente es que haya sido una elección acertada y que mis palabras de introducción puedan estar a la altura de una obra tan meritoria como la que hoy, aquí, presentamos.
A la hora de ilustrarles sobre el libro que protagoniza este acto, y a fin de no extenderme más de lo necesario, he considerado que debo incidir sólo en unos cuantos aspectos: la persona del autor; el lugar que ocupa la obra Los que miran el frío en su trayectoria literaria; las vicisitudes de publicación y, finalmente, una reflexión personal sobre ella.
En cuanto al autor, Francisco Onieva, de todos es sabido que en su faceta laboral ejerce como profesor de Lengua y Literatura en el IES Antonio Mª Calero de Pozoblanco desde hace casi una década. Paco nació en 1976, cursó estudios universitarios en Córdoba y muy pronto unió su futuro profesional y familiar a la comarca de los Pedroches.
Los inicios de su trayectoria literaria –al menos en su faceta pública- se desenvuelven en el ámbito de la poesía donde enseguida comienza a atraer la atención de los especialistas y a cosechar éxitos y premios: ya en el año 2004 recibe el prestigioso galardón “Hilario Ángel Calero” concedido por el Ayuntamiento de Pozoblanco, al que sigue una fecunda presencia y participación en diversas actividades de carácter cultural.
Previamente, en 1998, había aparecido en forma de plaquette un pequeño adelanto del poemario Los lugares públicos, con poemas escritos a partir de 1996. Aumentado y perfeccionado, y tras quedar finalista con él del premio “Andalucía Joven de Poesía”, Paco tuvo la dicha de asistir a su ansiada edición hace tan solo dos años.
En 2006 con su segundo poemario, Perímetro de la tarde, logra el accésit del “Premio Adonais”, quizá el más prestigioso galardón de poesía en lengua española a nivel mundial.
En 2007 asume la coordinación del ensayo-antología titulado “Palabra compartida” y se encarga igualmente de preparar otra antología, “Entre la cal y el granito”, de Alejandro López Andrada.
Con el tercer libro de poesía, titulado Las ventanas de invierno, Paco obtenía en 2008 el vigésimo primer “Premio de Poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad”, concedido por un jurado en el que figuraban ilustres personalidades de la poesía y del mundo editorial. A partir de ese año algunos poemas de Onieva merecieron justo reconocimiento al ser incluidos en diversas antologías como la titulada “Los círculos del aire” o “El mercado de los pájaros” de reciente aparición.
La última creación poética ha sido el cuaderno titulado Descuidos y omisiones, que ha visto la luz en el presente año.
La vinculación de Paco con la poesía puede seguirse asimismo en numerosas revistas de ámbito nacional e internacional como Angélica, Revista de estudios franco-españoles, Boletín de la Academia de Córdoba o bien Zarisma, de la que fue miembro fundador y codirector.
Pero Francisco Onieva no se ha limitado a la vertiente poética. Como profesor y estudioso que es, también ha centrado la atención en el ensayo, la crítica literaria y el relato, para soslayar solamente y de momento la novela.
Con Tourmalet, 3.000 piezas, relato incluido en la obra “La puerta de los sueños”, obtuvo de forma colectiva el “Premio Solienses” 2010.
La relación que Francisco Onieva ha mantenido con el mundo editorial no ha resultado una labor sencilla, es verdad. Pero tampoco hay que exagerar. Crear literatura de calidad es sumamente difícil. Publicar resulta hoy una tarea ardua y peliaguda, todavía más si no se trata de novela. Por ello pienso que el balance que puede presentar Paco sobre este asunto es muy positivo. Todo lo que se ha propuesto publicar ha obtenido el visto bueno de instituciones y editoriales, por lo demás siempre prestigiosas. Cosa bien distinta es que alguna de estas publicaciones, en la que tiene depositada una enorme ilusión, esté aún en el limbo.
Tampoco el momento elegido para la publicación de algunas de sus obras ha sido, a mi entender y a su pesar, el más adecuado. Tanto Las ventanas de invierno como Los que miran el frío han visto la luz justo antes de periodos vacacionales, momento poco propicio para lanzar novedades.
Pero deseo señalar que Francisco Onieva ha contado para sus obras con el ofrecimiento y respaldo de editoriales como Rialp, Visor, Renacimiento, Algaida o El Páramo, entre otras, y con el apoyo y colaboración de instituciones con importante servicio de publicaciones como es el caso de la Diputación cordobesa o el Ayuntamiento de Pozoblanco. Y ello no puede ser fruto de la casualidad sino de la calidad que atesora la obra de este joven autor; bueno, y de su insistencia.
Paco ha recibido diversas ofertas para publicar su última obra; finalmente lo ha hecho mediante una coedición entre Espuela de Plata-Renacimiento y el excelentísimo Ayuntamiento de Pozoblanco tras alcanzar todas las partes un rápido acuerdo, y ha contado además con la colaboración especial de Jesús Javier Redondo que, con su maestría habitual, ha plasmado diversas ilustraciones alusivas a los relatos, incluida la que preside la portada.
Hemos llegado así al libro de relatos que protagoniza la presentación de hoy, Los que miran el frío, su primera incursión narrativa de alcance.
Anunciaba en la última ocasión que tuve de presentar a Paco que el autor se encontraba entonces pergeñando un poemario dedicado a Guía, su esposa, y a la pequeña Blanca, su primera hija. En ello sigue, aunque desconozco si tiene el propósito de ampliar los contenidos a medida que aumenta el número de criaturas.
Y añadía yo en aquella presentación de junio de 2009: “aprovecho para desvelar que al día de hoy tiene asimismo muy adelantado un proyecto, al que está dedicando considerable tiempo y cariño, centrado en la guerra civil en nuestra comarca, que verá la luz en forma de relatos”.
Soy un enamorado de la historia y me dedico profesionalmente a su enseñanza. También absorbe gran parte de mi tiempo libre, que consagro a la investigación y al estudio de las fuentes documentales. Pero he de confesar que, al contrario que para muchos de mis colegas, la última guerra civil no figura precisamente entre mis temas predilectos. Siempre he mantenido una considerable animadversión a sumergirme decididamente en ella quizá porque desde muy pequeño advertí que era un hecho histórico distorsionado y contaminado de forma intencionada y contumaz tanto por los especialistas como por los profanos en la materia, y no digamos por sus principales protagonistas.
Hay otro motivo más. No concibo un acontecimiento histórico que no resista el ser abordado al menos con una pizca de humor. Y esto es imposible con nuestra guerra civil; en este asunto todo el mundo tiene la escopeta cargada. ¿Conocen ustedes acaso algún chiste sobre ella?
Y conste que hay materia y exageraciones de sobra para hacerlo porque según el cine y la literatura que gastamos, en un país como era el nuestro, con un 30% de analfabetos, tres de cada cuatro republicanos eran profesores y médicos, algunos poetas y el resto campesinos. Y los del bando contrario resulta que todos eran banqueros, altos cargos militares y enormes latifundistas; sí, enormes y latifundistas a la vez. Y me dejo los curas, que eran todos unos pérfidos y unos parásitos.
¿Y conocen ustedes a alguien que no tenga un abuelo que murió durante la guerra civil, por descontado republicano? Yo mismo, para no ir más lejos. ¿Y qué me dicen sobre la cantidad de muertos que hubo, que al parecer fueron tantos que hoy todavía tenemos que seguir enterrando a gente?
Paco, te voy a confesar un secreto: me hastía el tema de la guerra civil… Pero me encanta tu libro sobre ella.
Y me encanta porque no hay nada igual escrito sobre la contienda bélica en Los Pedroches tan bien contado y documentado y sin atisbo alguno de sectarismo, de propaganda, de parcialidad, de fanatismo. Sólo la voluntad de dejar un testimonio literario que resulta mucho más acertado y veraz que la mayoría de los libros de historia que se han escrito sobre la guerra civil en esta tierra pedrocheña.
Y me ha gustado porque a lo largo de todas sus páginas has tenido el acierto de mostrar un rechazo implícito y completo a la sordidez, a la crueldad innecesaria, a la estupidez sin límites, a la voluntaria u obligada hemiplejía mental que demostraron tantos españoles en aquella malhadada situación y que algunos aún se empeñan en recuperar y prolongar.
No hay duda de que, más que en otros aspectos, se trata de una obra basada en perfiles humanos, con la que el autor se ha propuesto mostrarnos el sufrimiento infinito a que se vieron abocados nuestros antepasados familiares y lo ha hecho con una atinada y sincera equidistancia, sí, pero comprometida y solidaria con la gente y la geografía de los Pedroches, sobre todo villaduqueñas, con una especial empatía hacia los personajes más humildes y más alejados de la estulticia ideológica. Y todo ello enmarcado en un paisaje cuya descripción evidencia un conocimiento exhaustivo del entorno y también un profundo interés por interiorizarlo.
Los que miran el frío recoge relatos que en su conjunto constituyen un libro duro, triste, desolador, pero al mismo tiempo admirable y revelador. Las narraciones están cargadas de principio a fin de violencia, de muerte, de hambre, de sensaciones de pérdida, de miedo, de dolor… no podía ser de otro modo.
En cambio, la venganza está casi ausente: su presencia es mínima en cuanto al desarrollo argumental y a los propios personajes y, por supuesto, es algo que el autor intencionadamente se encarga de no subrayar, pues la considera despreciable. Si bien no ha podido obviar la crueldad y las atrocidades propias de la guerra y los hechos abominables de algunos indeseables, Paco ha preferido centrarse en mostrar personajes auténticos, ávidos de reconciliación, con deseos de comprensión y ganas de sobrevivir y de salir adelante a toda costa.
Son muchas las voces y miradas que surgen de sus páginas, voces que se van alternando o reaparecen o bien se intercambian, y entre ellas destacan las de los niños y los peligrosos juegos a los que se entregan, juegos donde los más débiles llevan siempre la peor parte.
El drama está presente por doquier pero siempre está resuelto con delicadeza y belleza literaria porque es indiscutible el rigor, el acierto y el equilibrio de los relatos, el interés de todos ellos y su calidad literaria.
Porque, sin duda, hay mucha y buena literatura en esta obra, pero hay sobretodo un intento ético e histórico de aproximación a la verdad de los hechos y de sus protagonistas, a la objetividad, a la imparcialidad y a la necesidad de reconciliación.
No hallamos apenas reproches en sus páginas. Y tiene el mérito añadido de estar impregnada de bondad y de solidaridad hacia quienes sufrieron más que nadie los horrores de la guerra. Por ello, cuando concluimos la lectura, nos queda un poso indeleble de comprensión y simpatía hacia tantos protagonistas, reales o ficticios, como son los que pueblan las páginas de este excelente libro de relatos.
Al igual que pienso que quizá ya es hora de que todos pasemos página definitivamente y dejemos de lanzarnos reproches sobre lo acontecido en la última guerra civil, del mismo modo considero que todos nosotros deberíamos leer el libro de Onieva como una reconfortante actividad literaria a la par que como un necesario ejercicio de profilaxis con el fin último de no volver a repetir jamás aquella infamia.
Al igual que pienso que quizá ya es hora de que todos pasemos página definitivamente y dejemos de lanzarnos reproches sobre lo acontecido en la última guerra civil, del mismo modo considero que todos nosotros deberíamos leer el libro de Onieva como una reconfortante actividad literaria a la par que como un necesario ejercicio de profilaxis con el fin último de no volver a repetir jamás aquella infamia.
Felicidades, Paco. Puedes estar orgulloso de tu libro.”
José Luis González Peralbo
El Silo. Pozoblanco, 6 de octubre de 2011
Al margen del acto en si, el cual para mi ha estado magnifico, quisiera matizar si me lo permite una, como diría, ¿mala costumbre? o falta de respeto a los demás, el hecho de que aun en este pueblo (también ocurrirá en otros),pero esos no me atañen, la descortesía de llegar con el acto comenzado, con lo que conlleva de distracción para los ponentes o actores principales y las correspondientes molestias para aquellos que se molestaron en dejar todo concluido para llegar puntual a un acto concreto.
ResponderEliminarPor lo demás como dije al principio, Enhorabuena al autor y desearle lo mejor para publicaciones futuras.