“ALMAS DE ORO”
Por Francisco Baena Calvo.
Decía San Juan Crisóstomo que “Dios no tiene necesidad de oro, sino de almas de oro”.
Almas de oro que sientan en sus fatigas el cansancio de una humanidad sufriente y dolida
Almas de oro que cabalguen por la senda del servicio y los caminos del bien, que sepan amar con intensidad a los otros.
Almas de oro que penetren en las entretelas de la historia y hagan estallar a pedazos el mal que se esconde en sus adentros. Hombres y mujeres que paralicen sin miedo el vendaval del egoísmo y sean capaces de purificar los cimientos de este mundo tan poco dado a querer.
Almas de oro que saben en lo más profundo de su corazón que “para vivir bien son necesarias cinco cosas: un vasito de ciencia, una botella de sabiduría, un barril de prudencia, una cuba de conciencia y un mar de paciencia” (San Alfonso).
Almas de oro que nos recuerden que "hay hombres que luchan un día, y son muy buenos. Hay otros que luchan un año, y son mejores. Pero hay otros que luchan toda la vida. Esos son los imprescindibles” (B. Brecht).
Almas de oro que hacen dormir la injusticia y escriben en las paredes de su corazón está máxima: “Procurad que al dejar el mundo veáis no sólo que fuisteis buenos sino que dejáis un mundo bueno” (Bertolt Brecht).
Almas de oro que "huyen de los elogios, pero tratan de merecerlos" (Gustav Mahe).
Almas de oro donde “uno tiene ganas e asomarse a ellas, como una ventana llena de sol” (Federico García Lorca) y hacen brillar la esperanza más que todas las estrellas del cielo en la noche.
Almas de oro que se repiten interiormente e intentan vivir esta sentencia: “Cuando veas a un hombre bueno trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo” (Confucio)
¡Sí, "Dios no tiene necesidad de oro, sino almas de oro"!
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