domingo, 10 de junio de 2012

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI

 En esta  fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo la Iglesia honramos la presencia real de Jesucristo en la eucaristía.

 Y nos viene a la mente de todos nosotros el mandato del Señor en la última cena: “Haced esto en conmemoración mía”.

 Para los cristianos,  cada  Eucaristía es una prolongación de la entrega de Cristo por cada uno de nosotros, una prolongación del Misterio de la Encarnación.


 Cada Eucaristía hay que enmarcarla en el dinamismo del amor de Dios, o como dicen los místicos: “cada Eucaristía es una locura de amor”



 La Eucaristía es fuente y  culmen de la vida cristiana. 


 La Eucaristía no es simplemente un recuerdo de un acontecimiento que aconteció hace mucho tiempo en una noche del Jueves Santo.


 La Eucaristía es memorial que renueva permanentemente, en claves de amor, la entrega y el sacrificio del mismo Cristo.  



 En el año 304, un grupo de cristianos de Cartago, antes de ser martirizados, ante la exigencia del procónsul para que abandonaran la Eucaristía, contestaron: “sin la Eucaristía no podemos vivir”




 La Eucaristía es exigencia de comunión con los hermanos, especialmente con los que sufren. Por esta misma razón, hoy es el día de la Caridad.



 Cáritas nos invita a los que celebramos  la Eucaristía a tres exigencias, que son esenciales:









 Servir a los demás frente a la exclusión social y situaciones de soledad, compartir nuestros bienes y nuestras cualidades para potenciar la comunión, e integrar a los otros rompiendo los muros que dificultan la integración.


Francisco Baena. Sacerdote

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