Antonio,
como acabas de descubrir, me han encargado decir unas palabras de despedida.
Como
sé que esto te causa más o menos la misma vergüenza que a mí, no me extenderé
mucho. Tan solo lo suficiente para decirte algunas cosas que me gustaría que
supieran todos los compañeros y compañeras que hoy están aquí presentes.
Como
casi todos conocen tu vertiente profesional, únicamente diré que va a ser
difícil encontrar a alguien que pueda igualar la dedicación y entusiasmo que le
has puesto a tu trabajo. Tu empeño personal en aportar nuevos enfoques al
aprendizaje de las ciencias; tu obsesión por hacer atractivas tus clases a tus
alumnos y alumnas; tu búsqueda constante de innovaciones tecnológicas que pudieran
facilitar, amenizar y motivar al alumnado en su aprendizaje han sido
incansables a lo largo de los más de treinta años que has estado con nosotros.
Treinta años que son media vida, Antonio. Media vida que has dedicado a nuestro
Instituto y que ha dejado en él una huella imborrable. Va a ser difícil que los
que te hemos conocido podamos olvidar fácilmente todo lo que has aportado.
Es
imposible, Antonio, que pasemos por la puerta del taller de vídeo sin
imaginarte en ese minúsculo cubículo, rodeado de vídeos, disquetes, libros y
papeles, siempre ocupado en pasar algunas fotos que alguien te había pedido que
le grabases, o en hacer alguno de tus más de doscientos vídeos didácticos
dedicados a la divulgación científica, o en subir a tu blog muchas de las
actividades que en él se habían realizado y de las que tú has sido cronista
fotográfico a lo largo de todos estos años.
Porque
no ha habido ninguna cosa que se te haya pedido que te hayas negado a hacer;
ninguna tarea para la que, sabiendo que eras siempre la persona indicada para
poder hacerla y no teniendo ninguna alternativa rápida para poder salir del
paso, te pidiéramos colaboración, y no encontrásemos tu apoyo. Siempre contábamos
con tu buena disposición para asesorarnos y ayudarnos a terminar cualquier
empresa que tuviéramos entre manos, ya que, en el caso de los vídeos y las
fotografías, y algunas otras cosas más…, tu ayuda constituía la mejor garantía para
alcanzar nuestros objetivos con éxito.
Y
es que, Antonio, de verdad, en dedicación y trabajo igualarte no es que no sea
fácil, es que es prácticamente imposible. Yo, que he tenido la suerte de
compartir contigo algunos de estos años en el Instituto, los últimos 18 para
ser precisos, tengo que decir que tu ritmo de trabajo era simplemente imposible
de seguir, y aunque a veces intentaba ponerme a rebufo a ver si cortándome un
poco el viento era capaz de seguir tu rueda, ya sabes, el efecto Venturi...,
pero ni aún así, al poco rato ya me tenías desfondado, dando pedaladas cansinas
y parándome a por agua. Será que lo mío es más correr que la bicicleta…
Y
es que solo hace falta buscar en YouTube las palabras mágicas, “Física
Divertida”, sin especificar nada más, para que aparezcan de repente docenas de
vídeos en los que un señor con bata blanca y acento de Baena explique desde su
Instituto de Pozoblanco, acompañado por un grupo de alumnos y alumnas vestidos
con camisetas blancas en las que se podía ver el nombre de nuestro centro y las
palabras Física Divertida, algunos de los insondables misterios que encierran
los fenómenos físicos de nuestra vida cotidiana.
No
sé, Antonio, quién fue el que inventó la lata de refrescos como alternativa
moderna al clásico botellín. Sí, ya sabéis, esas latas de 33 cl. en las que se
envasan las bebidas, pero no creo que sus inventores imaginaran que las latas
pudieran servir para explicar tantos principios físicos diferentes. En tus
manos y las de tus alumnos y alumnas, lo mismo servían para explicar conceptos
relacionados con la presión atmosférica, que con la dinámica de los fluidos o
con el equilibrio de objetos en el campo gravitatorio terrestre. Y es que nunca
pediste al centro aparatos carísimos y sofisticadísimos para divulgar la
ciencia. Lo tuyo siempre fue material reciclado y casero, que en algún caso
incluso creo que traías sin que Pilar, tu mujer, se hubiese enterado, porque
también ella lo necesitaba, pero te hacía falta para tus experimentos, y eso
para ti era prioritario.
Y
es que tu generosidad en tu trabajo ha sido una constante, y nunca tuviste
ningún reparo en aportar todo lo que pudieras poner tú y ahorrar al centro.
Generosidad que, tengo que decirte, Antonio, incluso me ha hecho pasar alguna
que otra vergüenza, como la de que siempre dijeras en público: “Los vídeos que
hemos hecho en el departamento” o “los vídeos que hemos hecho Álvaro y yo”,
cuando todo el mundo sabía que los vídeos los hacías tú.
Y
es que, Antonio, si cito la generosidad en tu trabajo como una de tus características
más positivas, entro ya en el terreno de tus cualidades como persona. Esperando
no abochornarte demasiado al decir lo buena persona que eres, te recordaré una
anécdota de mi primer año contigo, de la que no sé si tú te acordarás.
Estábamos de reunión, en el taller de vídeo y, por algún motivo, salió a
relucir tu amistad con un compañero, que era Gregorio, y tú me comentaste que
erais amigos a pesar de lo diferentes que resultaban vuestras ideas, ya que tú
eras católico practicante, monárquico y del PP, y Gregorio era comunista,
agnóstico y republicano. Yo recuerdo que en ese momento me quedé petrificado de
la impresión, y que solo acerté a decir algo así como que mis ideas estaban un
poco más cerca de las de Gregorio que de las tuyas. Te aseguro, Antonio, que lo
primero que pensé cuando me contaste aquello fue: “Pero ¿cómo puede ser tan
buena persona siendo todas esas cosas?”. Claro que, aunque yo también era
comunista, ateo y republicano, ya entonces sabía que a las personas no las
hacen buenas sus ideas, sino sus intenciones y sus actos, y que buenas personas
las encuentras en cualquier sitio. Pero sí reconozco que, dentro de los
prejuicios que a veces tenemos sobre los demás, con frecuencia cometemos el
error de prejuzgar cómo es una persona, sin saber que los más diferentes a
nosotros pueden aportarnos mucho más que los que se nos asemejan.
Y
es que no es difícil exagerar cuando se constatan tus cualidades personales,
Antonio. Estoy seguro de no hacerlo cuando digo que eres una de las mejores
personas que he conocido, y no creo ser el único que lo piensa. Todos los que
te conocen pueden corroborar que en generosidad, amabilidad, entusiasmo,
optimismo, habrá pocas personas que puedan igualarte. También en tu capacidad
casi infinita para perdonar las cosas que te disgustan será difícil igualarte,
así como en tu habilidad para hacer buenos a los que te rodean, logrando que,
con frecuencia, se sientan mucho mejores de lo que ellos mismos consideran ser.
Y
es que esas cualidades que te caracterizan, siendo buenas en todos los aspectos
de la vida, son especialmente importantes en nuestra profesión. No es
casualidad que muchos de nuestros alumnos y alumnas te recuerden con un cariño
fuera de lo común. No es sino la consecuencia de muchos años de intentar
mejorar como persona y de intentar hacer mejores a nuestros estudiantes lo que
ha hecho que para muchos de nuestros alumnos y alumnas seas un auténtico
ejemplo del profesor a quien recordarán con afecto y gratitud toda su vida. Y
es que, en definitiva, hacer buenos a nuestros alumnos y alumnas es tan
importante o más que el que aprendan Física, Matemáticas o Latín. Y en eso, Antonio,
como en tantas otras cosas, habrá pocos profesores que puedan igualarte.
Y
ya que te he abochornado bastante diciendo todas estas cosas de ti; que,
aprovechándome de tu paciencia, me he extendido más de lo que sé que tú
hubieras querido, estoy convencido de que en tu infinita capacidad para
perdonar, también me vas a disculpar que te diga lo que viene a continuación.
Termino,
Antonio, haciéndote saber lo que no he dejado ni un solo minuto de pensar en
los dieciocho años que te he tenido trabajando a mi lado: que eres el mejor
compañero que he tenido nunca; que te estoy y te seguiré echando muchísimo de
menos; que espero que las personas que, de aquí en adelante, ocupen tu plaza de
profesor sean tan solo la mitad de buenas personas de lo que tú has sido,
porque eso constituirá ya una garantía de que serán unos fantásticos compañeros;
y que, aunque ya no vengas todos los días lectivos a fichar al “Antonio María
Calero”, y puesto que la farmacia de Pilar está muy cerca del centro, no dejes
de venir siempre que quieras; que ese laboratorio de Física será siempre tu
laboratorio; que este Instituto será siempre tu Instituto y que cada día que
aparezcas por allí será siempre un gran día, porque nos acordaremos de todo lo
bueno que nos has aportado y eso solo lo hará ya grande.
Muchas
gracias por todo, Antonio, y muy feliz jubilación.
y mi compañera y amiga María Isabel García Lovera nos regala este vídeo.....GRACIAS!!!
Muchísimas felicidades para Antonio Javier Tamajón Flores y para tus compañeros en esta despedida tan especial. El montaje de vídeo magnífico y emocionante. Toda una trayectoria de dedicación en cuerpo y alma a la docencia y, eso se refleja luego en esos alumnos brillantes a los que habéis inculcado esfuerzo y tesón para conseguir sueños. Sois personas excepcionales que habéis dejado huella y, la recompensa se traduce en cariño por parte de quienes ya en una etapa madura, saben valorar todo cuanto habéis volcado en esos jóvenes que luego han encaminado y construido futuro. Ahora os espera otra etapa. Tal vez con más dedicación a la familia, a los amigos, al ocio, o a cumplir ilusiones que aún estáis a tiempo de poner en marcha. De nuevo felicitaros y daros esa enhorabuena que sin duda os merecéis. Un fuerte abrazo y todo nuestro cariño (Lourdes Tamajón Flores y Manuel Espejo Jurado)
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